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Appena allora il Gaia si sentì imposta la resistenza, visto che senza di essa non poteva sapere quando Mario avrebbe interrotta la sua azione. S'accostò minaccioso a Mario, ma era tanto debole che un altro colpo raggiunse in pieno la sua faccia sebbene egli l'avesse parato a tempo. Fu anche spaventato da un grido roco di Mario che gli parve significare un'ira inumana. Era stato invece strappato a Mario dal dolore al braccio lussato. Il naso del Gaia sanguinava e, col pretesto di coprirselo col fazzoletto, il povero burlone s'allontanò di un passo da Mario. Non era quello il vero posto adatto a punizioni, ma Mario non se ne accorse. Una donna del popolo, tonda e infagottata, con una cesta al braccio, si fermò a guardarli. Il Gaia si vergognò anche perchè Mario aveva finalmente riacquistata la parola e gli lanciava delle insolenze: “Ubbriacone, svergognato, mentitore”. Volle trovare un'espressione virile, ma non seppe perchè si sentiva male, molto male, ed era anche impensierito. Egli sapeva con certezza di essere stato percosso al capo, e non comprendeva perchè gli dolesse il fianco. Se gli fosse doluta la testa non vi avrebbe dato peso. Col fiato corto, disse a Mario: “Non comportiamoci da facchini. Io sono interamente a tua disposizione”. “Ma che parli di cavalleria, tu? - urlò Mario. - Non senti neppure la vergogna degli schiaffi che avesti?”. E qui Mario trovò finalmente il modo di dire le parole con le quali avrebbe voluto iniziare le spiegazioni: “Ricordati che se tu divulghi la burla che osasti, io rendo noto quanto qui è avvenuto e rinnovo il trattamento che ora subisti, ma anche a calci”. Ricordò che a questo mondo esistevano anche i calci, e ne inferse subito uno al povero Gaia. Il quale, sempre ripetendo ch'era a disposizione di Mario, e tenendo coperta col fazzoletto metà della faccia, si ritirò verso casa sua, negli occhi una minaccia, ma il corpo del tutto inerte. Mario non l'inseguì, e, stomacato, gli volse le spalle. Si sentiva meglio, molto meglio. Le vittorie dello spirito, non v'ha dubbio, sono molto importanti, ma una vittoria dei muscoli è salutare assai. Il cuore acquista novella fiducia nel vaso in cui batte, e si regola e rafforza. S'avviò al proprio ufficio. La bora soffiava tanto violenta che sul ponte del Canale egli dovette arrestarsi per raccogliere le forze prima di varcarlo. Ebbe così uno spettacolo che veramente lo esilarò. Sull'acqua navigava verso il mare aperto, e abbastanza velocemente, il cappello del Gaia. Veleggiava proprio. La vela era costituita da un tratto della falda, che sporgeva dall'acqua e dava presa al vento.

 

 

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Recién ahora el Gaia se sintió obligado a la resistencia, visto que era la única forma para saber cuando Mario había interrumpido su acción. Se acercó de manera amenazador a Mario, pero tan débil era que recibió otro golpo en plena cara, a pesar de que lo había rehusado a tiempo. Fue asustado también de un grito rauco de Mario que le parecía como si proveniera de una ira inhumana. De hecho era el dolor causado por el brazo torcido que arrancó este grito a Mario. La nariz de Gaia sangraba y con el pretexto de cubrirselo dió un paso hacia Mario. No era aquel el sitio más aprobiado para castigar a alguien, ma de esto Mario no se dio cuenta. Una mujer del pueblo, redonda y bien enrollada, con una cesta al brazo, se paró a mirarles. Gaia se avergonzó porque Mario había finalmente readquirido la voz y le cubría de insolencias. "Borracho, sin verguenza, mentiroso." Quería encontrar una palabra viril, pero no podía porque se sentía mal, muy mal, y estaba también preocupado. Sabía con seguridad que había sido golpeado en la cabeza, pero no comprendía por qué le dolía tanto el flanco. Si le hubiese dolido la cabeza no le habría importado mucho. Fuera de aliento dijo a Mario. "No nos comportemos como dos portaequipajes. Estoy a enteramente a tu disposición." "Te atreves a hablar de honradez, tú?", gritó Mario. "No sientes nisiquiera vergüenza por las bofetadas que recibiste?" Y en este momento finalmente Mario encontró las palabras con la cuales había querido empezar el debate.
"Cuídate de divulgar la burla que maquinaste, yo entonces divulgo lo que ha ocurrido aquí y lo repito el tratamiento que acabas de sufrir, pero también con patadas. Se acordó que en este mundo existían también las patadas, y administró una en seguida al pobre Gaia. El cual, repetiendo que estaba a disposición de Mario y cubriendose la mitad de la cara con u pañuelo, se retirió en dirección de su casa, con una menaza en los ojos, pero el cuerpo inerte. Mario no le perseguió y le dio asqueado la espalda. Se sentía mejor, mucho mejor. Las victorias de espíritu, de esto no cabe ninguna duda, son mucho más importantes, pero una victoria de los músculos es también bastante saludable. El corazón adquiere nueva fuerza en la vasija en la cual late y sus látidos se hacen más regulares y fuertes. Se puso en camino a su propio despacho. Tan fuertemente soplaba el viento norte que sobre el puente tuvo que para un momento para recoger fuerza antes de cruzarla. Así podía disfrutar de un espectáculo que realmente le divertía. Sobre el agua flotaba en dirección del mar, y bastante rápido, la gorra de Gaia. Se podría decir que navegaba a vela. La función de vela la tenía la ala del sombrero que emergía del agua y en la cual el viento se enredó.






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